Para poder describirte mi experiencia en el viaje de Nepal, primero tengo que pedirte un pequeño favor. Entra en Google Maps y mira a ver dónde está Nepal. 
 
¿Lo tienes?
 
Te habrás dado cuenta de varias cosas: Primero, está metido de lleno en la cordillera de los Himalayas, el techo del mundo, se trata del país con más ochomiles en su territorio; un total de 9 de los 14 que hay en todo el planeta. Segundo, se encuentra incrustado entre el Tíbet y la India, esto hace que convivan en este mismo país dos culturas muy fuertes y con muchos aspectos en común entre sí, lo cuál hace que su gente tenga un nivel de respeto, tolerancia, hospitalidad, humildad y generosidad inigualables. 
 
Por último, si has estado atento o atenta a las noticias de los últimos años, sabrás que en 2015 hubo un terremoto devastador con una magnitud de 7.8 grados, que dejó más de 5000 muertos. 
 
Con todo esto en la mente ya puedes ir haciéndote una idea de las sensaciones que recorrían mi cuerpo antes de iniciar el viaje con Viento Norte Sur. Un viaje diferente que combina un Trekking por el techo del mundo; con solidaridad con la gente de aquel país, y los niños y niñas (sobretodo los que se quedaron huérfanos tras el terremoto); inmersión en nuevas culturas; y todo esto mezclado con un grupo de gente, muchos viajando solos y solas como yo, sin conocer a nadie, pero ya con una afinidad especial por el hecho de emprender un viaje como éste, que hizo que se formara un grupo sorprendente desde el primer día. 
 
Iniciamos la ruta como si fuéramos una expedición hacia los Himalayas capitaneados por Maurice Herzog o Edmun Hillary, realmente sintiéndonos unos aventureros. Llevamos dos objetivos en mente: Uno realizar el circuito de los Annapurnas, una ruta casi circular que asciende a 5416m de altura. Otro, dejar material a nuestro paso para ofrecer a los niños y niñas de aquel lugar una pequeña oportunidad o como mínimo, alguna facilidad. El Trekking de los Annapurnas, no en vano, está considerado uno de los mejores trekkings del mundo. Combina selva, media y alta montaña, desierto, glaciares que desembocan en lagos espectaculares color turquesa, vistas inigualables a la cordillera de los Annapurnas que hacen que te sientas pequeño a más de 5000 metros de altura, superando cualquier pico de los Alpes o los Pirineos. En definitiva, lo tiene todo si lo que te gusta es poner a prueba tus límites, inundarte de nuevos sabores y colores, experimentar la sensación de altura y conocer gente nueva.
 
Tuvimos que cruzar puentes colgantes, ascender valles y montañas, rios desbordados, cruzamos barro, piedras, acantilados, pasamos por pedreras con pasos estrechos y vertiginosos con formaciones rocosas que recordaban a  grandes dragones que guardan la entrada a la ascensión al Tilicho Lake, el lago de grandes dimensiones más alto del mundo. Nos llovió, nos nevó y tuvimos días de sol. Forzamos nuestras capacidades hasta la saciedad para llegar más altos que nunca y lo celebramos entre vítores y lágrimas rodeados de nevadas montañas. Caminamos por las calles rojas de Kathmandú, visitamos templos y nos perdimos por Thamel. Nadamos en el lago de Pokara, cruzamos selvas, desiertos y pueblos abandonados. Miramos cara a cara a la altura, a la falta de oxígeno y al picante para dejarles claro que no podían con nosotros. Cantamos al ritmo de Om Mani Padme Hum rodeados de banderas de colores o dentro de un monasterio Budista y nos recordamos que Nepal es para VIVIRLO. 

Y al final, después de todo el esfuerzo, nos dimos cuenta de que nuestro mayor descubrimiento no fueron las montañas, sino nosotros mismos… descubrimos un gran equipo, formado por personas capaces de todo, sonrientes hasta la saciedad, solidarios y empáticos, descubrimos un grupo de verdad al que pertenecer. La mayoría llegamos solos y ahora volvemos unidos. Ese, fue el mayor regalo.