Una aventura hacia lo desconocido.

Todo empezó por casualidad y la necesidad de conocer y vivir más culturas, partí solo con mi mochila llena de ilusiones para aquellos que sin pedir nada a cambio te dan todo lo que tienen. Durante el largo camino fui conociendo a un grupo muy diverso de personas maravillosas, aún recuerdo el compañerismo y el buen rollo que se creó desde el primer momento, a pesar de viajar solo, nunca me sentí así.

Todas/os partimos con historias diferentes, pero con una idea en común, contribuir para que la realidad de un lugar desconocido Merzouga mejore, que sus niños pueden acceder a una mejor educación, que sus pobladores tengan acceso a una mejor sanidad, a través de una asociación (VIENTO NORTE-SUR) que surgió de la nada, con la firme convicción de ayudar al prójimo en diferentes lugares del planeta.

Estoy muy feliz y agradecido por haberme permitido compartir este viaje con vosotras/os, cada uno de los momentos que compartimos fueron únicos, recuerdo como Ana María y yo sufrimos cargando con todas las maletas al ferri, como David y Alicia nos hicieron presentar en medio de la noche, donde solo escuchaba voces lo complicado fue ponerles cara.

Mi primer amanecer en el desierto fue magnifico, nunca olvidare lo que paso esa mañana en la gran duna, a pesar de lo sucedido disfrute como un niño con su primer juguete, me divertí como nunca  al son de la música bereber, mi primera experiencia a lomos de un dromedario, durante todo el viaje estuve inmerso en un mar de sentimientos encontrados, tenía  la sensación que algunas de las experiencias que viví en ese lugar maravilloso ya las había vivido antes, aunque en otro lugar del planeta.

Después del viaje tengo la certeza que la mochila peso más a la vuelta que a la ida, porque me traje recuerdos de personas encantadoras, que son capaces de brindar un poco de su tiempo para intentar mejorar el mundo, porque contribuir a que disminuyan las desigualdades que se generan por diferentes motivos, es algo que enriquece al que lo hace.

Durante una semana me sentí un lugareño más, nunca sentí que estuviera en otra región del mundo, sentirse como en casa en cualquier lugar del mundo, disfrutar del calor de extraños como si fueran tu propia familia, es algo increíble, conocer la historia de Mohammed Laalla, de cómo se las apaña para viajar por uno de los mejores continentes, en su bicicleta,  fue muy emocionante, me recordó que los limites te los pones tú, que para embarcarse en una aventura solo se necesitan las ganas de ir en busca de esos lugares que tienen magia que te enamoran, que te atrapan en su belleza.

Emocionado recuerdo mi primera experiencia durmiendo en las jaimas, caminado por las dunas a la luz de la luna en busca de la última muralla, junto a una alma indomable que iba buscando su norte, viajando al sur.

Caminante no hay camino, se hace camino al andar. (A. Machado)