En Ndiawara tengo una casa y una familia del alma. Así nos hicieron sentir las familias que nos acogieron. Fueron apenas unos días de convivencia, de miradas cómplices, y sonrisas compartidas. Una experiencia que cala hondo.
Para aprovecharla al máximo, es necesario desprendernos de nuestra mirada de primer mundo para aprender de su forma de vida. Vemos basura y pensamos que tendrían que aprender de nuestros sistemas de gestión de residuos… Y no digo que no, pero… ¿y si somos nosotros los que tenemos que aprender a generar menos basura? El agua tiene más valor porque no viene sola abriendo un grifo, la traen las mujeres del pozo, cargándola sobre sus cabezas. Como no hay luz eléctrica, no hay pantallas a las que mirar, solo queda mirarse a los ojos. Y vuelves a confirmar eso que todos intuimos… que muchas de nuestras «necesidades» son artificiales.
No fueron pocos los que me comentaban antes de ir que estar sin las comodidades a las que estamos habituados nos haría valorar más lo que tenemos. Pero la realidad es que al final acabas valorando lo que tienen ellos, su vida sencilla, su forma de relacionarse, sus valores. Cuando la vida se ralentiza se genera el espacio necesario para vivir de forma más consciente. Sin prisas.
Las noches son especiales. Toda la familia y algunos vecinos se reúnen en las puertas de las casas, suena música, se oyen risas… hasta que llega la hora de dormir. Recuerdo el primer día que montaron la mosquitera fuera de casa, daba palmadas de alegría. Tumbada, en el silencio de la noche, mirando un cielo repleto de estrellas, sientes que nada te falta.
Cuando la palabra no transmite significados, la comunicación se amplía y se enriquece. Ellos hablaban pular y un poquito de francés, yo español e inglés, así que tuvimos que tirar de imaginación. Incorporamos gestos, risas, canciones… los niños nos enseñaron las palabras básicas, y el primer día ya éramos capaces de saludarnos, dar las gracias, desear buenas noches, pedir que nos acompañen a algún sitio (casa, escuela…). Esto dio lugar a una nueva lengua «fusión» compuesta por todas las palabras que conocíamos en cualquier idioma… una mezcla divertida que nos hizo pasar muy buenos momentos. Y con esta nueva forma de comunicarnos, Check me dijo el último día con su mirada que estaba triste porque nos íbamos, y yo le respondí con mi sonrisa que los echaría de menos.