Todo empezó aquel día. El día en que un grupo de 9 españoles desconocidos entre ellos, aparecíamos en Sant Louis.
Después de un largo viaje en furgoneta desde Dakar, entre risas, anécdotas, y cacahuetes, llegamos a la puerta de la casa de la FAMILIA, y medio barrio salió a recibirnos entre tambores y danzas.
En ese momento, después de comer por primera vez sobre alfombra y con las manos y de pronunciar mis primeras palabras en wolof, loos coordinadores de Keur Talibé Ndar, nos sentaron para explicarnos su labor y presentarnos al resto del equipo local. Ellos fueron diciéndonos su nombre en castellano, y nostras haciéndolo en wolof. Empezaba entonces, sin saberlo, una conexión mágica que traspasó toda frontera física, cultural, o lingüística.
Fui entonces conscientes: había que abrir bien los ojos, olvidarnos de lo que fuera de aquellas calles estaba ocurriendo, y empezar a disfrutar de lo que a día de hoy puedo decir que ha sido la experiencia más bonita de mi vida.
Durante el resto de días, entre actividades culturales, de ocio, y de colaboración con la asociación, hacíamos vida con una familia senegalesa: desayuno, comida, y cena. Poco a poco, fuimos creando un vínculo que nos hizo querer pasar más tiempo con ellos, ayudarles más en las tareas del hogar, vivir más ratos en aquel patio que lo mismo funcionaba para las reuniones de grupo, que para cocinar, que para pasar una Nochevieja increíble entre bailes típicos y 12 palomitas, disfrutar de un intercambio cultural y lingüístico que surgió de la forma más espontánea posible, noches hasta las tantas jugando al “UNO”, al “Jungle Speed”…
Como comentaba, en esa semana pudimos compartir el día a día con la asociación local “Keur Talibé Ndar”, que trabaja para mejorar las condiciones de los niños talibés en las daaras, pequeñas escuelitas coránicas y dormitorios repartidos por la ciudad. Estuvimos pintando, entregando donaciones, organizamos una tarde de juegos y merienda en una de las plazas de la ciudad…
Además, tuvimos también la suerte de vivir de la mano de una de las mujeres de la familia, un taller para aprender a cocinar un plato típico senegalés, fuimos a la playa al atardecer a realizar un taller de danza con tambores, visitamos con un guía estupendo la ciudad y sus alrededores…
El viaje a Senegal ha significado sin duda un antes y un después en mi vida.
Sigo asimilando lo vivido, tratando de gestionar y organizar emociones, intentando encajar nuevas realidades de la mejor manera posible… y pensando en poder volver pronto a seguir sintiendo, oliendo, viviendo.
Animo a todo aquel al que se le hayan iluminado un poquito los ojos al leer las experiencias, a contactar con la asociación y sin miedo, y con muchas ganas, decidir vivir esta aventura.
Yo sólo puedo decir, una vez más… JEREJEF SENEGA