Si tuviera que describir mis días en el orfanato los describiría como inolvidables.

Llegué al orfanato por coincidencias de la vida. Y a pesar de no estar nada programado ni planificado fue uno de los mejores recuerdos que guardo de mi viaje a Nepal.

Las personas que dirigen el orfanato son de esas personas que tiene un corazón enorme y hacen las cosas desinteresadamente. De ahí, que se comprometieran con los niños de su entorno que necesitaban una familia. Y ellos se encargan con gran esfuerzo de que nos les falte de nada.

Si un recuerdo tengo es la sonrisa de todos, la alegría que hay en el centro. La música siempre está de fondo. Les encanta bailar y realizar manualidades. Pero lo mejor de todo es que todos los niños desde el minuto uno quieren hacer cosas contigo, hablarte, enseñarte como funciona todo… Yo les organicé una merienda diferente que no esperaban. Sus caras cuando vieron la sorpresa no las olvidaré nunca.

Ya cuento los días para poder volver y verlos a todos. Se hacen querer muy rápido