Quería dar las GRACIAS enormemente a la Asociación Viento NorteSur por ser el puente que me ha llevado hasta ese lugar tan especial, Merzouga en Marruecos. Por no desvelarme de antemano el misterio tan bello que esconden las dunas al atardecer, el calor de su gente. Por no romper encanto de todo aquello que he descuebierto allí por mí misma. Gracias por tanto esfuerzo que unos pocos hacéis por pelear por esto tan bello que creáis.
Pero mi mayor agradecimiento va dirigido al pueblo marroquí, en especial al bereber, por haberme hecho sentir perteneciente a su cultura, por haber compartido sus tesoros conmigo.
La inocencia y el afecto de los niños, la timidez y cariño de las mujeres, el respeto de los hombres y, en general, la sencillez y madurez del pueblo de Merzouga del que he aprendido a no juzgar personas que no conozco y reflexionar en cosas que jamás me había dedicado a pensar.
Pocas semanas antes, sucedió la tragedia de Túnez y el miedo recorría mi cuerpo. Pero desde el mismo día que llegué, el trato de la gente me hizo sentir tan segura como en casa y tan cómoda como con mis seres queridos.
Es extraña la sensación y la lección que allí aprendí. Mi alto ego de occidente me hizo creer que iba a ayudarles, pero cuando me desenvolví entre sus gentes me di cuenta que, excepto en pocas cosas materiales, nada más puedo dar, a nivel emocional y de madurez ellos están muy por delante de mí. Y es que sin saber hablar bien castellano han sido capaces de decirme frases con más significado que jamás me dijeron otros con tantas palabras.
Para la próxima vez que vaya me gustaría pasar más tiempo con ellos y colaborar en las cosas que más haga falta de su comunidad.
Muchas gracias por todo lo que me habéis dado y por sumar un granito importante en mi felicidad.
Lo que allí he vivido ahora por siempre me acompañará como una parte de mí.