Sabía que no sería un día fácil, ya vimos días atrás que los niños en Senegal no eran tratados como en España, para nosotros los niños son el centro del hogar y para su sociedad los niños son el último escalón, ya que el respeto se gana con la edad.
Pero no, no fue así, nada que ver con lo visto hasta ese instante, un sentimiento de tristeza y rabia me rondaba la cabeza ese día desde el mismo momento que entré en aquella dara. Las sensaciones allí fueron únicas, la desesperanza en algunas de las miradas de los niños, el miedo en otros, la serenidad , y en algunos con heridas visibles, el dolor. Al fondo en un rincón, se encontraba un grupo de niñas, se les notaba otro reflejo en la cara, sonreían tímidamente, querían hablar con nosotros, se notaba que no vivían allí ni el mismo tiempo ni en las mismas condiciones que los niños.
Vi a mis compañeros y a mi mismo, como salíamos a tomar aire fuera de la dara, a respirar profundamente ante lo que estaba frente a nuestros ojos y no derrumbarnos por la situación delante de aquellos héroes que no merecían que sintiésemos pena, merecían lucha, y esa lucha y esa dedicación la demostraron muchas y muchos de mis compañeros aquel día, curando heridas, consiguiendo sonrisas, momentos de paz en la vida de aquellos pequeños. Vi la parte que me faltaba por conocer de las grandes personas que nos acompañaron desde el primer día en Senegal, ví el gran corazón que escondían Irene y Modou,entendí la luz que transmitían y el cansancio derivado de su lucha para mejorar las condiciones de estos niños.
Probablemente el día que más me ha enseñado en la vida, sin necesidad de palabras, consejos, solo viendo la necesidad de que toda una sociedad luche por ellos y les ayude en los momentos en los que se encuentras enfermos y agotados, pero sin pena, con amor y fuerza» .
Únicamente agradeceros la luz y la fuerza que le dais a esos pequeños para mejorar sus vidas en todo lo que esta en vuestra alma.
Gracias!