Se suele decir que a Nepal la gente viene a perderse o a encontrase. Yo puedo decir que hice las dos cosas.

Me perdí por sus calles, rodeada de toda esa gente comerciando, haciendo ofrendas, en motos, en coches, en bici, caminado, con su punto rojo en la frente, sus hermosos saris, escuchando las campanas, los pitidos…

Me perdí por los caminos de sus montañas, descubriendo pequeñas comunidades, sus gentes, sus costumbres, su gastronomía, su forma de vivir, viendo las banderas con sus mantras, sus puentes colgantes, los yak, las cascadas…

Me perdí observando todo su patrimonio cultural y me perdí disfrutando de su naturaleza. En bici, caminando, en canoa… y sin poder remediar cada vez que veía el Himalaya admirarlo. Ver esas moles de hielo desde tan cerca, los techos del mundo, es impresionante

Pero no solo me perdí. También me encontré. Estos viajes hacen que te conozcas el doble, veas tus posibilidades y limitaciones, te hagas más agradecido con la vida, tu capacidad para comunicarte en otro idioma, tu capacidad para aprender y desaprender, para compartir momentos con otras personas, para introducirte en una nueva cultura, en otro ritmo de vida.

En definitiva. En este viaje se combina todo. Lo humano, lo cultural, lo deportivo, la naturaleza, lo espiritual y lo experimental.

Nepal es un país para descubrir y vivir. Y si es haciendo turismo responsable rodeado de otras personas mejor que mejor.