Como cada nuevo viaje, al principio las sensaciones de nervios, intriga e ilusión se mezclan a partes iguales. Poco a poco esa gente desconocida empieza a compartir conmigo el día a día y a formar parte de mí. Sin darme casi cuenta los miro con la sensación de llevar conociéndolos toda la vida.

Este viaje no sólo consiste en recorrer el Atlas marroquí con el fin de llevar la ayuda necesaria a las diferentes poblaciones sino que tras paso, salto, resoplo, palabras de aliento, risas y sonrisas, cura de pies, momentos de duchas, comidas alrededor de un plato, canciones, abrazos, miradas, juegos y un largo sinfín de anécdotas se van forjando amistades y grandes personas.

Fue duro por momentos donde pasé por todos los estados de ánimo desde la rabia más infinita por querer llegar, coraje por saber que yo podría lograrlo, hasta la mayor de las alegrías al vernos a todos cantando en el barco formando una gran piña.

Cada uno de nosotros se ha llevado a casa un baúl de anécdotas, aventuras e historias para contar y recordar durante toda la vida mucho más grande que todas las donaciones que nosotros hemos llevado.

Es una experiencia llena de valores, emociones y sentimientos en un país tan diferente pero a la vez tan cercano, donde el compartir y el echar una mano forma parte del día a día.
Marruecos cada vez me descubre una nueva y fascinante cara.

Gracias a todas las personas que me han acompañado en este viaje y me han dejado su huella en mí.

“Si quieres ir rápido camina solo; pero si quieres llegar lejos, camina acompañado.”

— Proverbio africano —