Cuando decidí que ya era hora de visitar a nuestros vecinos al sur del Mediterráneo, encontré en la Asociación Viento Norte Sur a mis aliados perfectos para dar el salto a África. Su visión cercana a la población rural, su trato honesto, humano y solidario y la idea de atravesar a pie un recorrido inaccesible por otros medios hicieron que me lanzara a formar parte de este proyecto que es un baño de valores para los/as viajeros/as.
Quienes me conocen bien me animaban y decían que me iba a encantar y fue más que eso. Fue una experiencia de desconexión del tiempo y conexión con los sentidos. Por los lugares que pasamos durante el trekking, pequeñas aldeas, da la sensación de que se está en otra época, donde las agujas del reloj y el día del calendario no importan. Así es más fácil conectar con lo esencial, con los instintos, con los sentidos que se desarrollan para disfrutar de lo elemental:
¡MIRA! las tonalidades de las capas de la tierra y las montañas (rojas, marrones, ocres), el verdor de los palmerales, los colores de las especias, frutas y verduras en los mercados y en los vistosos platos, los paisajes salvajes sin apenas irrupción de la mano humana y el cielo plagado de estrellas y la luminosa luna;
¡OYE! los timbales y los cantos estimulando los oídos con la tradición ancestral de los pueblos, los rebuznos de los burros, las risas de los/as niños/as jugando en la calle y las llamadas a la oración que salen de las mezquitas;
¡SABOREA! el comino, imprescindible, en la harira, los deliciosos y elaborados tajine y cuscus, el muy dulce té, las sabrosas mandarinas (las mejores que he comido en mi vida), los dátiles y el pan recién hecho;
¡SIENTE! el frío de la mañana, el tacto de las coloridas y gustosas telas, cómo el agua del río refresca los pies después de unos kilómetros de calurosa caminata para poder continuar hasta llegar al destino final donde hay un hammam casero donde relajarse y gozar de la recompensa por un largo día;
¡PERCIBE! el aroma de los laboriosos platos elaborados por las mujeres, la fragancia de las especias, el olor a la leña que se usa para cocinar, calentar el agua para el té y calentar los cuerpos en las frías noches de las montañas.
Además de este pintoresco presente, el viaje me ha ayudado a comprender mejor historias que mi padre y mi madre me cuentan de cuando eran pequeños, de las costumbres familiares de unos 50 años atrás en mi historia familiar: niñas lavando en el río porque en casa no hay electricidad, ni agua, ni lavadora; niños pastoreando y otros que llegan al mercado acompañados de su padre y un burro cargado para vender la cosecha.
A todo este torbellino de estímulos que para mí ha significado mi primer viaje a Marruecos hay que añadir la magnífica compañía de una pandilla de otros/as 47 aventureros/as más. Personas con ganas de pasarlo bien, solidarias en la convivencia (además de con las donaciones), con ganas de experimentar y compartir con las personas locales, usando el humor ante las adversidades y la falta de comodidades (largas horas de autobús, servicios “tenebrosos”, ronquidos o bocadillos de albondiguillas para almorzar), con interés por abrir la mente a la tolerancia y disfrutar de las diferencias.
Gracias a Viento Norte Sur por hacer posible esta experiencia y a mis compañeros/as por compartir conmigo esta enriquecedora vivencia.
Ludi
(Alias: palomita suelta)