Esta idea de visitar un país desconocido del sudeste asiático surge en el momento en el que cae en mis manos un libro sobre la oscura historia de los Jemeres Rojos. En ese momento mi curiosidad por un país que había vivido o mejor dicho, sobrevivido a tan cruel genocidio, se convirtió en mi objetivo principal. Estuve revisando diferentes tours que organizaban rutas por el país, pero cansada de más de lo mismo, empecé a planearlo por mi cuenta hasta que, gracias a un amigo que me habló sobre un viaje que había hecho a Marruecos, conocí a la asociación Viento Norte Sur. No podría imaginar en ese momento la suerte que tendría de haberlos encontrado por casualidad.

Comenzamos el viaje volando unos cuantos compañeros hasta la capital, ciudad de contrastes y bullicio, pero que sabiendo buscar también ofrece la calma y quietud que el largo viaje en avión pedía. Los coordinadores del viaje nos esperaban sonrientes, escondidos entre la multitud de personas que esperaban la llegada de viajeros. Ese día, mientras llegaba el resto del equipo, conocimos un poco más sobre la historia de Marta y Ale, quienes comenzaron este proyecto con el objetivo de apoyar a familias empobrecidas camboyanas, becando a sus hijos para poder ir a la escuela. Aún es un proyecto muy pequeño, mediante el cuál están apoyando a 3 familias de Battambang, familias que conoceremos más adelante.

Estuvimos recorriendo la ciudad en TukTuks y conociendo los rincones más emblemáticos de la gran urbe y aprovechando los descansos para recuperar fuerzas en sitios de comida local real.

Tras este día urbano, nos dirigimos a lo que sería una de las actividades más sorprendentes para mí, el trekking hacia el interior de la selva. No podía imaginar que en aquel país existiera tanta variedad de animales diferentes, colores, olores y sonidos, que durante la noche te hacían sentir realmente en contacto con tan brutal naturaleza.

Volvimos a la “realidad” urbana cuando pisamos SiemReap, recorriendo mercados locales, cooperativas de mujeres artesanas y la famosa Pub Street, llena de luces y música estridente. Pero esa realidad duró solo ese día, ya que en la madrugada del siguiente conocí por fin los templos de AngkorWat. Describir en este texto lo impresionante de estas construcciones sería algo así como intentar dibujar el olor del mar, así que esperaré a leer vuestras impresiones una vez lo hayáis visitado…quedo a la espera J.

Y llegamos al corazón de esta aventura, Battambang. Esta bonita y curiosa ciudad colonial es el objetivo de este viaje solidario. Marta y Ale, nos llevaron a conocer las diferentes ONG´s con las que trabajaban aquí. Vivimos durante este par de días, con Shi Min, Lihout y Tida, tres niños que pueden acudir a la escuela gracias a este proyecto. Conocimos las historias de sus familias y la dura realidad en la que tienen que mantenerse. Pero no quiero seguir con esta visión negativa de sus historias, porque realmente lo que irradian estos niños es felicidad y ganas de comerse el mundo, curiosidad por cada nueva palabra que escuchan. La verdad que aún mantengo ese pellizco en el estómago que te provocan este tipo de realidades, tan diferente en este caso a la mía…pero continuemos el viaje.

Todavía con nostalgia escribo el final de este viaje, llegando a las paradisíacas playas cercanas a Sihanoukville. Nos sirvió de cierre de viaje, pudimos hablar de lo aún no digerido, compartir puntos de vista tan diferentes que dibujan otros horizontes que antes de este viaje no imaginaba. Esta actividad es más que un viaje turístico a un bonito país lejano, es una experiencia de cambio, de conocer diferentes estructuras de pensamiento que han servido para superar y seguir adelante con la mejor de las sonrisas posibles…un viaje hacia lo desconocido.